Las mejores frases | Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

  • Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
  • «Las cosas tienen vida propia —pregonaba el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles el ánima.»
  • se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el mundo se volvió triste para siempre.
  • Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español.
  • Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.
  • le construyó a su mujer un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de sus pesadillas.
  • una mano con todos los dedos extendidos, que tanteaba en las tinieblas, le tropezó la cara.
  • «¿Qué se siente?» José Arcadio le dio una respuesta inmediata:
    —Es como un temblor de tierra.
  • el amor podía ser un sentimiento más reposado y profundo que la felicidad desaforada pero momentánea de sus noches secretas.
  • querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños,
  • Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte.
  • Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad.
  • Quería quedarse para siempre junto a ese cutis de lirio, junto a esos ojos de esmeralda,
  • Rebeca esperaba el amor a las cuatro de la tarde bordando junto a la ventana.
  • dejó atrás los acantilados del dolor y encontró a Remedios convertida en un pantano sin horizontes,
  • También ella padecía la espina de un amor solitario.
  • «El amor es una peste», tronó.
  • Lo adoptó como un hijo que había de compartir su soledad,
  • Había visto en el Caribe el fantasma de la nave corsaria de Víctor Hugues, con el velamen desgarrado por los vientos de la muerte,
  • Llegó a ser tan sincera en el engaño que ella misma acabó consolándose con sus propias mentiras.
  • La nostalgia se desvanecía con la niebla y dejaba en su lugar una inmensa curiosidad.
  • Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
  • «Pero en todo caso, es mejor eso que no saber por qué se pelea.»
  • él fijó sus ojos en los de ella y le dijo: «Siempre pensaba mucho en ti.»
  • —Olvidémonos para siempre —le dijo—,
  • contempló las calles desoladas, el agua cristalizada en los almendros, y se encontró perdido en la soledad.
  • Extraviado en la soledad de su inmenso poder, empezó a perder el rumbo.
  • rasguñó durante muchas horas, tratando de romperla, la dura cáscara de su soledad.
  • permaneció toda la tarde viendo llover sobre las begonias.
  • en el fondo de su marchito corazón floreció un rencor limpio, purificado por el tiempo.
  • el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
  • Se extravió por desfiladeros de niebla, por tiempos reservados al olvido, por laberintos de desilusión.
  • la soledad le había seleccionado los recuerdos, y había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida había acumulado en su corazón,
  • vio los ojos desconsolados que quedaron impresos en su corazón como una brasa de lástima.
  • —Dígale —sonrió el coronel— que uno no se muere cuando debe, sino cuando puede.
  • «Los años de ahora ya no vienen como los de antes», solía decir, sintiendo que la realidad cotidiana se le escapaba de las manos.
  • el llanto de los niños en el vientre de la madre no es un anuncio de ventriloquía ni de facultad adivinatoria, sino una señal inequívoca de incapacidad para el amor.
  • Se hubiera dicho que bordaba durante el día y desbordaba en la noche, y no con la esperanza de derrotar en esa forma la soledad, sino todo lo contrario, para sustentarla.
  • estaba a punto de naufragar en sus propias lágrimas,
  • El mundo se redujo a la superficie de su piel, y el interior quedó a salvo de toda amargura.
  • Un minuto de reconciliación tiene más mérito que toda una vida de amistad.
  • no se dio cuenta de que se estaba volviendo viejo, hasta una tarde en que se encontró contemplando el atardecer prematuro desde un mecedor,
  • al fin de cuentas toda la vida había sido para ella como si estuviera lloviendo.
  • Intrigado con ese enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor,
  • cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida.
  • llegaron a ser tan felices, que todavía cuando eran dos ancianos agotados seguían retozando como conejitos y peleándose como perros.
  • «No lo dejes ir, que la vida es más corta de lo que uno cree.»
  • en aquel instante volvió a percibir el olor de betún de las botas del militar que fue a buscarla a su casa para hacerla reina, y el alma se le cristalizó con la nostalgia de los sueños perdidos.
  • Su corazón de ceniza apelmazada, que había resistido sin quebrantos a los golpes más certeros de la realidad cotidiana, se desmoronó a los primeros embates de la nostalgia.
  • hizo un aterrizaje de emergencia y estuvo a punto de matarse con su novia sólo por hacer el amor en un campo de violetas.
  • bajo las estrellas diurnas que el óxido iba haciendo despuntar en el techo de zinc.
  • Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad.
  • se pasaba las noches en vela, perturbado por el trasiego de los muertos que andaban hasta el amanecer por los dormitorios.
  • ver el futuro transparentado en el tiempo como se ve a contraluz lo escrito en el reverso de un papel,
  • un hombre óseo, cetrino, de pómulos tártaros, marcado para siempre y desde el principio del mundo por la viruela de la soledad.
  • —No te preocupes —sonrió—. En cualquier lugar en que esté ahora, ella te está esperando.
  • —Vete —dijo sin voz.
  • cambió por libros los trompos y las cometas,
  • «El mundo habrá acabado de joderse —dijo entonces— el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga.»
  • el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.
  • ambos quedaron flotando en un universo vacío, donde la única realidad cotidiana y eterna era el amor.
  • A mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento.
  • la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
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