Las mejores frases | ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Androids Dream of Electric Sheep?), de Philip K. Dick (Blade Runner 1)


  • Una deliciosa y sutil descarga eléctrica, activada por la alarma automática del climatizador del ánimo, situado junto a la cama, despertó a Rick Deckard.
  • Lo poco sano que era ser consciente de la ausencia de vida, no solo en este edificio, sino en todas partes, y no ser capaz de reaccionar.
  • Es peligroso sufrir una depresión, sea del tipo que sea. Olvida lo que has programado y yo haré lo mismo.
  • A pesar de sus deformaciones, la Tierra seguía siendo un lugar familiar, algo a lo que aferrarse.
  • La mayor aventura, el mayor desafío concebido por el hombre en la historia moderna.
  • Como si aquel silencio desempeñase la función de suplantar a todas las cosas tangibles.
  • Un anciano vestido con una túnica ajada que apenas le cubría, como si se la hubiese arrebatado a la hostil vacuidad del firmamento.
  • Hoy estamos más arriba que ayer, y que mañana.
  • Un mundo distinto, uno cuya existencia jamás había sospechado.
  • Las habladurías de oficina le incordiaban porque siempre eran mejores que la verdad.
  • La empatía era algo particular a la raza humana.
  • Un monstruo antediluviano salido del pantano jurásico, gélido y ladino, como una aparición arcaica creada a partir de restos del mundo tumba.
  • Ninguna prueba lo es.
    —Dicho así suena fácil —admitió Bryant, en parte para sí.
  • Al cabo, lanzó un gruñido, se mordió una uña y dio forma a las palabras que quería decir—.
  • Su oveja eléctrica, a la que tenía que cuidar y de la que se ocupaba como si estuviera viva. La tiranía de un objeto, pensó. No sabe ni que existo.
  • Siempre quise tener un búho, incluso antes de que cayeran del cielo.
  • El miedo la hacía parecer enferma, le distorsionaba el cuerpo, como si alguien la hubiese roto para luego, maliciosamente, recomponerla con torpeza.
  • «La basugre desplaza a aquello que no es basugre.»
  • No fue lo que hizo o dijo, sino lo que no dijo ni hizo.
  • El duro y competitivo terreno de la reparación de animales de pega.
  • ¿De qué sirve que ande por ahí arriesgando la vida? No le importa nada que tengamos o no un avestruz.
  • En la vida real no hay campanillas mágicas que valgan capaces de hacer desaparecer a tu enemigo.
  •  Finalmente, desaparecerá el nombre de Mozart y el polvo habrá ganado.
  • —Su voz se había apagado tanto que se confundía con el silencio—.
  • Un sistema de memoria sintética que te empuja a creerte humano.
  • Parece que carecemos de ese talento concreto de ustedes, los humanos. Creo que lo llaman empatía.
  • —¿Cree que los androides tienen alma?
  • —El amor es otra manera de llamar al sexo.
  •  —Anduvo hacia la ventana y contempló la negrura salpicada por un puñado de luces—.
  • Las frías lágrimas le resbalaron por las mejillas hasta precipitarse en su pecho. Él no supo qué hacer.
  • Crees que sufro por la soledad, pero Marte sí es soledad, coño. Es mucho peor que esto.
  • —También los androides se sienten solos —dijo ella.
  • Se le quebró la voz, en parte por la tensión, en parte por la esperanza.
  • —Marte no te gustaría. No te pierdes nada.
  •  Entró en el ascensor y, juntos, se acercaron a Dios.
  • No perderemos lo que sentimos, no si hacemos el esfuerzo de retenerlo en la mente.
  •  ¿Cómo voy a poder salvarte, si no puedo salvarme a mí mismo?
  • ¿Para qué sirves?
    —Para demostrarte que no estás solo.
  • No puedo aguantarlo cuando me dan una pedrada. Gracias por encajar esa piedra en mi lugar.
  • De qué sirve suplicar a un androide, no hay fibra sensible que pueda tocar.
  • Me gusta, podría pasarme el resto de la vida mirándola.
  • Probablemente, había desempeñado algún trabajo manual, un peón con aspiraciones a algo mejor. ¿Sueñan los androides?, se preguntó Rick. Evidentemente.
  • El ciclo de la vida. Y ahí terminaba, en el último crepúsculo. A las puertas del silencio que impone la muerte.
  • A su lado, en la oscuridad, el ascua del cigarrillo resplandeció como el abdomen de una luciérnaga complaciente.
  • Tendrás que dejar de buscarme porque yo nunca dejaré de buscarte a ti.
  • El rostro de Irmgard se había distorsionado, se había vuelto astigmático, convertido en la viva imagen del miedo.
  •  Hubo una vez en que vi las estrellas, pensó. Hace años. Pero ahora solo queda el polvo.
  • Las cosas eléctricas también tienen sus vidas. Por insignificantes que sean.
  • Sintiéndose mejor, se preparó finalmente una taza de café. Ardiente. Negro.
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