Las mejores frases | El hombre que susurraba a los caballos (The Horse Whisperer), de Nicholas Evans


  • La muerte estuvo presente al principio y volvería a estarlo al final.
  • El silencio que colmaba la casa también era distinto, expectante, como la pausa entre tomar aire y pronunciar una palabra.
  • Grace solía mantenerse aparte, refugiada en el santuario de su walkman.
  • Tal vez le daba rabia ver sus lágrimas porque tenía envidia de ellas.
  • —Ella me preguntó si había psiquiatras para caballos —dijo Liz.
  • Debido a los secretos que pronunciaban en voz baja a oídos aguzados e inquietos, estos hombres eran conocidos como «susurradores».
  • El silencio, cuál monstruo paciente, iba estrechando a su hija entre sus brazos.
  • ¿Tipos raros que susurraban cosas a los oídos de los caballos?
  • —Supongo que lo eterno no es más que eso —contestó su padre—. Una larga sucesión de horas. Imagino que lo único que se puede hacer es tratar de vivir un ahora cada vez sin preocuparse demasiado por el último ahora o el siguiente.
  • Tengo entendido que usted ayuda a personas que tienen problemas con caballos.
  • —De hecho es al revés. Yo ayudo a caballos que tienen problemas con personas.
  • Menudo caballo. Me muerde, me tira coces, me arrastra a un río de hielo ¿y qué hago yo? Lo meto en mi casa de invitado.
  • Los tres —madre, hija, caballo— estaban inseparablemente unidos por el dolor. Si podía ayudar al caballo aunque solo fuera un poco, tal vez los ayudase a todos.
  • —¿Tienes algún problema, Grace? —dijo Tom.
    Ella lo miró con lo que sin duda pretendía ser desdén, pero cuando abrió la boca, la voz le salió trémula:
    —¿No le parece, digamos, evidente?
    Tom reflexionó unos instantes y luego sacudió la cabeza.
    —Pues no. Yo no lo veo así.
  • Había llegado el momento de curar las cicatrices de su mente.
  • Si uno mira lo suficiente y lo hace bien, acaba por ver cómo son las cosas.
  • Donde hay dolor hay sentimiento, y donde hay sentimiento hay esperanza.
  • El amor era una mercancía peligrosa y que la exacta graduación de lo que uno daba y tomaba era demasiado precisa para los simples humanos.
  • El presente era, sencillamente, una estela de ahoras sucesivos y que lo mejor era vivir plenamente cada uno de ellos a su debido tiempo.
  • —Gracias —susurró ella.
  • «Qué perversamente mentirosos nos hace el amor —pensó Annie—. Qué oscuros y sinuosos caminos nos hace recorrer.»
  • Sentía como si en el corazón tuviese unas manos que le arrancaban la vida poco a poco.
  • «Esto es lo único que existe; no hay otro momento ni otro lugar ni otro ser más que el ahora, el aquí, él y nosotros.»
  • —Ha podido elegir entre luchar contra la vida o aceptarla.
  • Pero en lugar de eso ha escogido ir hasta el borde del abismo y mirar.
  • En el papel, Tom había escrito, sencillamente: «Por si te olvidas.»
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