Las mejores frases | El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza (El paciente del Doctor Sugrañes 1)


  • Habíamos salido a ganar; podíamos hacerlo.
  • Tuve que mirar fijamente un diploma colgado de la pared para ocultar el castañeteo de mis dientes.
  • Las frases salían de su boca como pompas de las que las palabras eran solo el revestimiento externo que, al deshacerse en sonido, dejaban al descubierto un volumen etéreo: el significado.
  • No tuve otra escuela que la calle ni otro maestro que las malas compañías.
  • —¿Cómo? —pregunté azuzado por la curiosidad.
    —Misterio —respondió el comisario sacudiendo la ceniza del puro en la alfombra.
  • —Me cago en tus huesos —fue su saludo—, ¡te has escapado del manicomio!
    —Vuelve al manicomio: techo, cama y tres comidas diarias, ¿qué más quieres?
  • Mi hermana me hizo gestos que traduje por: vete o te pelo la cara con las uñas.
  • El principio no era esperanzador, pero ¿qué principio lo es?
  • Recordarnos lo que ansiamos olvidar, revelarnos nuestra abyecta condición y destrozarnos, en suma, la vida.
  • Mis pasos me llevaron, porque así lo decidí, al bar El Leches.
  • —Una noche desapareció misteriosamente del dormitorio, cruzó varias puertas cerradas, atravesó el jardín sin que los perros advirtieran su paso, salvó una verja o un muro inexpugnables y se perdió en lo desconocido.
  • Ya se sabe que entre la realidad y la fantasía media un abismo y que el arte y la vida no siempre corren parejas.
  • No hay palanca que la tele no pueda mover.
  • Anduve medio cohibido por un silencio solo roto por el susurro de los árboles y el ruido de algún bicho. El cielo estaba estrellado.
  • —Cualquier tiempo pasado fue mejor.
  • Una sombra de temor empañó sus ojos hermosos y astigmáticos.
  • Soslayemos los circunloquios. ¿Qué quieres saber?
  • Algo que todos saben y todos callan.
  • Cuya amarga remembranza pespuntea el yermo de mi corazón.
  • Una mano se posó en mi espalda.
  • La memoria es el último superviviente del naufragio de nuestra existencia.
  • El pasado destila estalactitas en el vacío de nuestra ejecutoria, cómo la empalizada de nuestras certezas se abate ante la leve brisa de una nostalgia.
  • Arrojaba con alegría el tiempo por la borda, en la esperanza de que el globo alzara vuelo y me llevara a un futuro mejor.
  • Loco anhelo, pues siempre seremos lo que ya fuimos.
  • Su perfume salino me hizo soñar en otros horizontes más felices.
  • —La vida —dijo— es una hoja a merced del viento.
  • Un par de lagrimones y algún que otro moco, leve homenaje a la fugacidad de nuestros sueños y a lo efímero de la belleza humana.
  • No voy a claudicar a la vista de la meta.
  • —¿No deberías llevarte un canario?
  • —¿Quién anda ahí? —pregunté muerto de miedo.
  • Que no se acaba el mundo porque una cosa no salga del todo bien, y que ya habría otras oportunidades de demostrar mi cordura y que, si no las había, yo sabría buscármelas.
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