Las mejores frases | La soledad de los números primos (La solitudine dei numeri primi), de Paolo Giordano


  • Alice della Rocca odiaba la escuela de esquí.
  • Has de cargarlos tú mismo hasta que logres ser tan bueno que otro los cargue por ti.
  • Oía las palabras de su padre como si se le filtrasen por ósmosis, sin entender bien lo que significaban.
  • La imagen de Michela jugando a desbaratar con una ramita su reflejo en el agua.
  • Por qué unas cosas flotan y otras no.
  • Pensó en Soledad, la sirvienta ecuatoriana.
  • Ella besó su reflejo sacando los labios y tocando con la lengua la fría superficie.
  • Su secreto tenía un nombre terrible, que se ceñía como nailon a sus pensamientos y los asfixiaba.
  • Se quedó mirándola con unos ojos abiertos que parecían océanos.
  • El silencio se expandió por el ambiente como carga electrostática.
  • Hay algo espantoso en eso.
  • Los faros de los coches que venían en sentido contrario iluminaban la cara de su amigo y la dejaban nuevamente en la sombra.
  • Tuvo el impulso de pedirle que la mirara, cogerle la cabeza entre las manos y decirle que todo iría bien.
  • A continuación hubo un silencio casi insoportable.
  • Era como si sus cuerpos fluyeran uno en el otro a través del contacto de las manos.
  • Lo único que quería es que Denis estuviera allí, como un reparo contra todo lo que quedaba más allá de la mesa.
  • Tenía una mano en el pasamanos metálico, cuya frialdad la sosegaba.
  • Hazlo por mí, se repitió Mattia; estas tres palabras le perforaron el oído.
  • —¿Y cómo, si lo tendré siempre a la vista?
    —Por eso, por eso mismo dejarás de verlo.
  • Uno tras otro, los días se habían deslizado sobre la piel como un disolvente.
  • La Polaroid sacó una lengua blanca y fina que Alice agitó para que se fijaran los colores.
  • Querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían.
  • Entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos.
  • El verdadero destino de los números primos es quedarse solos.
  • Las matemáticas lo llevaron a los rincones más apartados y fascinantes de la razón humana.
  • Dónde estaba el límite entre el ser y el no ser algo.
  • No puedes haber olvidado cómo se respira, se dijo; eso no se olvida.
  • Pasos de la vida de un joven que él había preferido no dar, a fin de seguir al margen del engranaje de la vida.
  • Cerró los ojos y en los labios sintió sus labios calientes, y en las mejillas sus lágrimas, que quizá no eran suyas, y en la cabeza sus manos ligeras, sujetándosela y conteniendo los pensamientos, confinándolos en el espacio que ya no existía entre ellos.
  • Su amor tenía por escenario ese recinto cerrado.
  • Sabía muy bien lo que debía hacer: levantarse, sentarse a su lado, sonreír, mirarla a los ojos y besarla.
  • Esbozó una sonrisa que hizo desaparecer sus labios transparentes.
  • Pequeñas grietas que se crean entre dos personas, por las que tarde o temprano la vida introduce su ganzúa y hace palanca.
  • Un afecto que se diluía en cientos de kilómetros de cable coaxial y al que alimentaba algo cuyo nombre ignoraban y que, bien pensado, quizá ni existía ya.
  • Seguía atascado en aquella ecuación.
  • Miraba cómo cambiaban los números del taxímetro; cómo, apagándose y encendiéndose, los segmentos rojos componían las distintas cifras. Ella iba pensando en el ridículo espacio de soledad que los separaba y armándose de valor para ocuparlo.
  • La oscuridad se aovilló contra su espalda, le dio un beso y se quedó dormida.
  • Se puede enfermar de recuerdos, y ella enfermó con el de aquella tarde en el coche frente al parque, cuando le tapó con un beso la visión de aquel horror.
  • Aquellos ojos transparentes cuya mirada no sabía sostener.
  • Estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia.
  • Leía una y otra vez en el retrovisor «Objetcs in the mirror are closer than they appear».
  • Pensaba en ella sin dolor, como quien piensa en dormirse o en respirar.
  • Los separaban dos tabiques de ladrillos, unos centímetros de enlucido y nueve años de silencio.
  • Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida.
  • —Bueno, adiós —dijo Alice.
    La luz estaba toda dentro y la oscuridad toda fuera.
  • Sonrió al cielo terso. Con un poco de esfuerzo podría levantarse sola.
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